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miércoles, 14 de enero de 2015

Peleando por fe: Sin batalla no hay victoria.


Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, no ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos (Judas 1:3)

¿Les digo algo? Si el diablo logra penetrar nuestra fe y alimentar el alma con pensamientos, deseos, sueños y proyectos, que no se correspondan con una persona nacida de nuevo, entonces el poder de las tinieblas está tomando ventajas en nuestras vidas.

El escritor nos lanza el desafío a contender ardientemente contra los enemigos de la fe. Nos insta a envolvernos a una batalla campal contra todo argumento o razonamiento que pretenda quitar de nosotros el señorío de lo espiritual y divino, por medio de la fe, para reducirnos a un fracasado y amargado ser humano.

¡Tienes que pelear! ¡Tienes que guerrear!

Tu fe tiene que ser defendida, usándola a ella misma como carta de triunfo que se hace invencible e irresistible, cuando ella echa mano de la Palabra de Dios, para apagar todos los dardos de fuego del maligno.

Sin batalla no hay victoria.

Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.

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